La UB sigue cerca tuyo
#Biografías que inspiran.
Historias que estimulan.
Bienvenidos a este nuevo espacio de encuentro donde te proponemos nos envíes la biografía de algún personaje, ya sea histórico o sólo conocido por vos, que sirva como ejemplo, como estímulo a seguir adelante, a no cejar en nuestros sueños, a fortalecer nuestra voluntad, a agudizar nuestro ingenio, a hacerle frente a circunstancias difíciles, a aceptar los desafíos que el presente nos impone.
La historia de la humanidad es pródiga en ejemplos de este tipo pero también los encontramos en las biografías familiares, en el círculo de amigos…siempre hay actitudes que se destacan.
En definitiva, te invitamos a compartir con nosotros pequeñas grandes historias que nos inspiran.
Cultura, nos hace bien
Bases para participar
Dra. Sabina Spielrein (Rostov-on-Don, 1885- 1942)
Dra. Sabina Spielrein
Sabina era, en 1904, una bonita ‘jovencita’ de 19 años. Lejos de su familia judía rusa, estaba internada en una clínica psiquiátrica suiza. Su terapeuta, el influyente Dr. Carl Jung, la sedujo y la tildó de loca. De la clínica salió pronto y en 1911 se recibió de médica psiquiatra de la Universidad de Zúrich. Se conectó con Freud, con quien Sabina compartió sus propias novedosas teorías. Sobre esa base, Freud elaboró la teoría sobre Eros y Thanatos, y Jung, aquel abusador, construyó la teoría del “inconciente colectivo”. Era una mujer genial, comprometida y muy avanzada para su época.
Sin embargo, el mito de ‘Sabina la Loca Histérica’ fue borrando la realidad de sus treinta años de incesante trabajo clínico y publicaciones psicoanalíticas. Luchó contra una época violenta y una sociedad prejuiciosa: antisemita, patriarcal y misógina. Extrañamente ese mito sigue repitiéndose en las biografías actuales que denigran a ‘Sabina la histérica’.
En 1923, volvió a su Rusia natal por convicciones ideológicas . El Moscú de Lenin la recibió con honores. Allí, ejercía, enseñaba y supervisaba en el Instituto de Psicoanálisis y en el Orfanato-Laboratorio afiliado al Instituto. Cuando Stalin prohibió el psicoanálisis, so pena de muerte, Sabina mantuvo un consultorio clandestino en su casa. No podía emigrar. La KGB había confiscado su pasaporte.
En 1942 los nazis la asesinaron. Una persecución feroz de los judíos que se parece a la incesante campaña de ostracismo y de olvido dirigida contra Sabina.
Elijo esta biografía porque… Dice Susan… La genialidad y audacia del pensamiento de esta mujer visionaria, del que surgen las raíces de teorías esenciales del psicoanálisis, me inspiran a seguir escuchando, investigando y pensando con apertura y creatividad, a pesar de las circunstancias que estamos viviendo.
Cecilia Grierson (Buenos Aires,1859- 1934)
Orgullo de mujer
Año 1859, Buenos Aires,. El 22 de noviembre nace Cecilia Grierson, hija de padre descendiente de escoceses, madre de irlandeses. Esta mezcla de sangres indómitas marcaría toda la vida de esta niña. Cecilia crece en el campo, en una colonia escocesa, en Entre Ríos. Cursa sus primeros estudios en un colegio inglés. A sus 13 años su padre fallece y debe colaborar con el sustento familiar. Inicia su trabajo como maestra rural, siendo por aquel entonces, de las más educadas en la colonia. Años mas tarde, ya en Buenos Aires, completa sus estudios de maestra, en aquel entonces, su sueño. Pero el destino tuerce su camino. Su mejor amiga Amalia Kenig muere de una severa enfermedad pulmonar. Esa pérdida le hace mella y pronto se encuentra parada frente a la Facultad de Ciencias Médicas, con el firme propósito de dedicar su vida a salvar vidas. Tras sucesivos rechazos a sus intentos por inscribirse, las autoridades de la facultad le niegan reiteradamente el ingreso “por ser mujer y no saber latín”, materia que solo se dictaba en colegios de varones. Firme, recurre al Consejo Nacional de Educación – actual Ministerio. A sus 23 años, logra su cometido y se sienta, orgullosa, en una de las cátedras de la carrera de medicina. Sin embargo, iniciaría un camino de batallas, risas burlonas y chistes groseros, observando en sus clases, cadáveres masculinos. Ella, la única, entre todos ellos. Nada la detiene, trasciende obstáculos y se recibe el 2 de Julio de 1889. Es la primera médica argentina. Tiene 30 años. A partir de este momento, dedica su vida a la medicina, a compartir sus saberes. Funda la Escuela de Enfermeras del Circulo Medico del país, trabaja en el Hospital San Roque, actual Ramos Mejía. Participa con otros médicos de la primera cesárea en Argentina, en. 1892. Se especializa en Ginecología y Obstetricia. Da inicio a las primeras técnicas de kinesiología. Viaja por Europa recorriendo hospitales y congresos médicos. Funda la Asociación Nacional de Obstetricia Argentina. Crea el Liceo Nacional de Señoritas. Su lucidez, vocación de servicio y sensibilidad con la realidad de su tiempo la llevaron a concretar iniciativas de carácter práctico, como el uso del uniforme obligatorio para enfermeras, la utilización de sirena en las ambulancias, el reparto de juguetes a niños hospitalizados y la decoración de salas pediátricas.
Incansable, comprometida socialmente, luchó por los derechos femeninos en el ámbito político y civil. Vivió una vida humilde, falleció sin hijos ni pareja en 1934, a los 74 años. Su último acto de generosidad hacia el país al que sirvió intensamente en vida, fue donar su único bien, una casa en Los Cocos Córdoba, donde actualmente funciona la escuela 189 que lleva su nombre. Su legado está, sin dudas, presente en las miles de mujeres médicas Argentinas, que actualmente trabajan por la salud de nuestro país.
Elijo esta biografía porque… Dice Paula… Elijo esta biografía porque resalto la figura de las mujeres médicas y enfermeras, en este momento tan difícil que le toca vivir a la humanidad toda y en especial a nuestro país. Para honrarlas y reconocerlas en su labor. Para que tengamos siempre, todos, igualdad de oportunidades, sin importar nuestro género.
Steve Jobs (1955-2011)
Extracto de su biografía escrita por Walter Isaacson y publicada en 2013.
6 DE MAYO DE 1998: LA PRESENTACIÓN
Con la presentación del primer Macintosh en 1984, Jobs había creado un nuevo género teatral: el estreno de un producto como un acontecimiento histórico culminado por una epifanía en la que los cielos se abren, una luz desciende de las alturas, los ángeles cantan y un coro de fieles elegidos canta el aleluya. Para la gran presentación del producto que, según Jobs esperaba, salvaría a Apple y volvería a transformar el mundo de los ordenadores personales, eligió el simbólico auditorio Flint de la Universidad Comunitaria De Anza, en Cupertino, el mismo que había utilizado en 1984.
Iba a hacer todo lo posible por despejar las dudas, animar a sus tropas, recabar el apoyo de la comunidad de desarrolladores y arrancar la campaña de marketing de la nueva máquina. Sin embargo, también lo hacía porque le gustaba aquel papel de empresario teatral. Organizar un gran espectáculo reavivaba sus pasiones con la misma intensidad que crear un gran producto.
Haciendo gala de su lado sentimental, comenzó con un gentil reconocimiento a tres personas a las que había invitado a sentarse en primera fila. Se había distanciado de los tres, pero ahora quería que volvieran a reunirse. «Comencé esta compañía con Steve Wozniak en el garaje de mi padre, y Steve está aquí hoy —anunció, señalándolo y despertando una salva de aplausos—.
Se nos unió Mike Markkula y poco después nuestro primer presidente, Mike Scott —continuó—.
Ambos se encuentran hoy entre el público, y ninguno de nosotros estaría aquí sin uno de los otros».
Se le empañaron los ojos durante un momento mientras volvían a crecer las ovaciones. Entre los asistentes también se encontraban Andy Hertzfeld y gran parte del equipo original del Mac. Jobs les sonrió. Sentía que estaba a punto de hacer que se sintieran orgullosos.
Tras mostrar el gráfico de la nueva estrategia de productos de Apple y pasar algunas diapositivas sobre el rendimiento del nuevo ordenador, estaba listo para destapar a su bebé. «Este es el aspecto que tienen hoy los ordenadores —afirmó mientras en la gran pantalla que había tras él se proyectaba la imagen de un grupo de torres grises y cuadriculadas y un monitor—, y me gustaría permitirme el privilegio de mostraros qué aspecto van a tener de ahora en adelante». Retiró la tela que había en una mesa en el centro del escenario para revelar el nuevo iMac, que relucía y centelleaba mientras las luces subían de intensidad en el momento justo. Apretó el ratón, como había hecho en el estreno del primer Macintosh, y la pantalla brilló con imágenes que pasaban a toda velocidad y mostraban todas las cosas maravillosas que podía hacer el ordenador. Al final, la palabra «hola» apareció con el mismo tipo de letra juguetón que había adornado el de 1984, en esta ocasión sobre las palabras «de nuevo» entre paréntesis. «Hola (de nuevo)». Se oyó un aplauso atronador. Jobs dio un paso atrás y se quedó contemplando con orgullo su nuevo Macintosh. «Parece como venido de otro planeta —comentó mientras el público reía—.
Un buen planeta. Un planeta con mejores diseñadores que este».
Una vez más, Jobs había creado un producto nuevo y con una gran carga simbólica, el precursor de un nuevo milenio.
Elijo esta biografía porque…Dice Ángel… Elegí esta biografía porque me impresionó como visionario, por ser una persona abierta a los cambios y con una habilidad natural para hacer que la tecnología fuera más humana e integrada a la vida cotidiana y por su obsesión por la perfección en el diseño.
Sus ideas han cambiado la vida y las costumbres de la gente tanto en herramientas para estudiar o trabajar como para divertirse.
He visto películas y leído varias biografías sobre Jobs pero lo que más me impresionó fue su discurso en la Universidad de Stanford en 2011 hablando de que siempre hay que hacer lo que uno ama para encontrar su camino.
Extracto del discurso en la Universidad de Stanford, 2011:
“El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideréis un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hagáis. Si aún no lo habéis encontrado, seguid buscando.
No os conforméis. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuando lo hayáis encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que seguid buscando hasta que lo encontréis.
No os conforméis. No os dejéis atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior.
Y lo más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.”
Hatshepsut
Esta mujer faraón me inspira por su creatividad e inteligencia, al encontrarse en una situación de enorme responsabilidad. Al fallecer su marido, el faraón Thutmose II, asumió el cargo de Regente del nuevo faraón bebé, su hijastro. Mientras el niño crecía, reinó efectivamente, rodeándose de asesores inteligentes y capaces. Al cabo de 8 años de gobernar con una novedosa política de paz e intercambio comercial, Hatshepsut llegó a una conclusión. Una inscripción autobiográfica dice: “Tomé conciencia de mí misma como rey eficiente y tomé lo que Amun [Ra, el dios supremo] ha puesto delante mío.” Algunos lo consideran una usurpación. Opino que asumió un papel que le llegó azarosamente. Frente a presiones políticas fue inventando estrategias para superar las férreas tradiciones de una cultura muy conservadora. Incluso las modificó, justamente para romper con la tradición de copiar los prototipos históricos. Lo hizo sobre todo en el discurso y el ritual religioso, el arte pictórico y la arquitectura.
Hatshepsut estudió la historia de una faraona anterior y copió su estilo. Hubieron 5 faraonas, pero ninguna co-reinó al lado de un faraón varón y tampoco lo hizo durante tantos años: casi 22. Cuando ella se coronó faraón, el hijastro había desaparecido de los jeroglíficos. Entonces, hubo una crisis política, que la faraona resolvió con una fuerte apuesta: cambió su imagen de mujer a hombre de manera que, cuando volvió a encargar imágenes de su hijastro, las dos figuras eran casi idénticas: un faraón con un avatar, ambos con cuerpos y vestimentas iguales. Por otro lado, empezó a aparecer en sus retratos con un rostro personalizado y femenino, y las inscripciones que acompañaban sus imágenes masculinas se referían a ella como mujer.
El pueblo egipcio se reunía frecuentemente en los templos para celebrar rituales. Hatshepsut construyó nuevos templos, decorados con inscripciones publicitando sus éxitos y reafirmando su derecho de ser faraón. Con la ayuda y colaboración de un gran arquitecto e intelectual, Senenmut, creó un monumento colosal de estilo innovador.
La constante presión por la cuestión de su legitimidad requería una campaña sostenida de propaganda. Ya en ocasión de su coronación, leyó una declaración supuestamente de su padre, Thutmose I, previendo y aprobando la futura asunción de su hija como faraón. Así, Hatshepsut también afirmaba su linaje real a través de su padre en vez de su marido, en parte para su hija, Neferura. Emplazó una importante imagen de la joven en el templo monumental, quizás para introducirla como futura heredera del trono. Una mujer no podía ser faraón, ya que era un dios reencarnado del varonil dios Horus. Y sin embargo Hatshepsut logró sostener esa posición imposible hasta su muerte natural a los 45 años. Después de su deceso, el hijastro Thutmose III borró toda evidencia y cualquier referencia a la faraona que no debía haber existido.
Elijo esta biografía porque…Dice Susan… Además de lo que ya mencioné, Hatshepsut me inspira por su resiliencia: la capacidad de fortalecerse ante los desafíos. Mantuvo una saludable conexión con la realidad, una audacia inusitada frente a una cultura muy conservadora de la tradición y una férrea decisión personal de crear y sostener una sociedad ordenada y orientada hacia la paz.
Hugo Adolfo Míguez (28/08/1945 - 20/04/2021)
Graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en la Escuela de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica. Doctor en Psicología (Magna Cum Laude) de la Universidad de Palermo, investigador del CONICET. Padre de Guadalupe y Axel.
Dice Cira: Sólo conozco de su biografía lo que se menciona en un artículo publicado en el diario La Nación el 11 de mayo de este año y que comparto líneas más arriba, pero esta carta que escribió en su celular, estando internado por Covid en el Hospital Italiano, días antes de morir, me parece ejemplar. Demuestra la entereza, la sensibilidad, la nobleza, la valentía, la gratitud, la actitud de un hombre de bien, de un ser humano de enorme estatura y de gran corazón. A veces es en el último acto, antes de que baje el telón, donde se revela la naturaleza del personaje en todo su esplendor. Y no se necesitan más detalles. Esta carta habla de un ser humano extraordinario y arroja luz sobre estos tiempos oscuros que nos toca vivir.
Carta de Hugo Adolfo Míguez
Lunes 12 de abril.
Hospital Italiano.
Cama 1216... zona de trinchera.
“30 segundos”
Busco dejar algo de lo aprendido en estos días de aislamiento, búsqueda de aire, revisión de sentido bajo la pandemia. Algo. Lo que pueda.
Mientras me enfermaba el Covid encontré algo en estas salas, en estos corredores, en la mirada de estas gentes.
Una cultura.
Un pathos.
Una emocionalidad antigua. Comprometida. Algo yaciendo silente, a la par de la ciencia y la tecnología.
Una cultura.
¿Qué significa descubrir una cultura en el Hospital Italiano en medio de un ataque como este?
Mucho.
Significa, contra lo que podría pensarse, que no es el resultado de muchísimas personas. Con roles marcados, tecnicaturas, profesiones, saberes, tecnologías, destrezas.
No. No es sólo eso. Es una matriz acogedora, extraordinariamente cálida y vivificante.
No es una nave científica que va a Marte. No. Esta va a la región más desolada de tu cerebro. Al caldo primordial de donde alguna vez nos arrastramos sin conciencia. Al lugar desde donde nos asusta el final del Covid llevándose nuestro aire.
Va al lado oscuro de tu cerebro para transformarse en una llamita con algo de calor y luz. Una cultura.
Me caí desmayado por la falta de aire y la desesperación y me encontré entrampado entre los muebles de la sala donde terminé. Donde me estrellé en la caída.
Unas manitas de enfermera tiraban de mí, Bibi.
Cuando crees que ya perdiste todo escuchas el braceo enérgico de la que podría ser hasta tu hija llegando a vos.
Braceando como pudo me alcanzó. Me abracé a ella y me di cuenta de que no estaba en un páramo sin vuelta atrás.
Entre todas me acostaron, me calmaron, me dieron su aire.
Una matriz regenerativa que es la que ayuda. Un supraorganismo como un micelio gigante que sustenta, sin que nadie lo vea exactamente, los bosques que lo acompañan.
Una cultura.
Llegué dispuesto a evitar prolongaciones que arañen dos meses más de sobrevida a costa de desesperación.
No rasguñar las piedras para mí.
Bernardo y otros médicos me escucharon. Luego me pusieron una mano en el hombro y se hicieron cargo de mí. No tengo hermanos. Esto ha sido lo más próximo que he descubierto de esa relación.
Me protegió. Llamó todos los días a mi hija que amo y la contuvo. Le explicó. La protegió.
No hay palabras. Es la matriz que regenera. La que de alguna manera cargamos los sapiens cuando nos fuimos de África. Nuestra estrategia. No preguntes por quién doblan las campanas, ya sabemos, suenan por vos y por mí, hermano.
Tuve que partir al servicio de terapia intermedia. Estaba inquieto. Aparecieron kinesiólogos, médicos, enfermeros. El mismo espíritu. Las médicas llamando a mi hija y ayudándola mientras ella me ayudaba a mí.
La matriz regenerativa y matriarcal de la viejísima Europa. Cuando los pueblos como Huyuk no tenían murallas. Los matriarcados de miles de años atrás, que sostenían la cultura. Cuando las culturas matriarcales no habían sido barridas por los caballos de la edad del hierro.
Y de pronto... las manitas de Bibi, el desborde humanista y contenedor de Bernardo, la dulzura de la kinesióloga, la gente que te ayuda de todas las formas porque son una cultura que dice que sos valioso. Seguramente es cierto. Pero es porque te quieren desde lo más básicamente humano.
Una cultura regenerativa que también alcanza a los varones.
Todavía no se como saldré. Y no me preocupa tanto. Y dicho con humildad. En serio. Saldré con paz y con cariño. Está muy bien. Tengo 75 años. ¡Carpe diem para nosotros todavía!
Con estos pensamientos rondando desde hace unos años, muchas veces, me pregunté cómo quería mi salida.
Sólo quiero 30 segundos lúcidos. Para poder evocar a los que quise sin que llegue a atraparme la melancolía.
Me iré bien. Este hospital y su gente estará también en esos 30 segundos. Gracias, gracias, gracias.
Hugo Adolfo Míguez
Ana Frank (1929-1945)
La mundialmente conocida Ana Frank nació en Alemania, en el seno de una familia judía. Sus primeros años de infancia transcurrieron en pacífica convivencia con familias de otras religiones, en un hogar donde su padre Otto les inculcaba a ella y a su hermana mayor Margot, el gusto por los libros y el afán de aprender. En 1933 tuvieron que refugiarse en Ámsterdam escapando de los nazis. Tras la invasión del ejército nazi a Holanda en 1940, la vida de los Frank se vio en peligro y en 1942 debieron esconderse, junto a otra familia y otra persona más, todos de origen judío. El lugar elegido fue la parte posterior de la pequeña fábrica del padre de Ana a la que ella denominó, en su Diario, “la casa de atrás”. Permanecieron secretamente ocultos durante dos años, sin siquiera salir a la calle, en circunstancias de extrema dificultad, racionalizando la poca comida que les hacían llegar a escondidas, evitando a cualquier precio hacer el más mínimo ruido que los delatara durante el día, que era cuando la fábrica de adelante funcionaba. Allí, compartiendo ese mínimo espacio con su familia y otros extraños, allí en esas condiciones donde se jugaba la vida, la joven adolescente escribió –entre sus trece y quince años– su reconocido Diario. En agosto de 1944 fueron descubiertos y deportados. Ana Frank murió en 1945 en el campo de concentración de Bergen-Belsen a la edad de quince años. El único sobreviviente fue su padre, quien fue el que se encargó de hacer publicar el Diario de Ana y quien cumplió el sueño de su hija de ser periodista y escritora.
(Agradecimiento al Centro Ana Frank de CABA por su labor por la convivencia contra la violencia y la discriminación)
Elijo esta biografía porque… Las circunstancias de la vida de Ana nos recuerdan que en la historia no tan lejana han habido tiempos atroces y hombres, mujeres y niños han tenido que hacerles frente. Esta adolescente lo hizo escribiendo y al hacerlo consiguió que su voz venciera toda barrera y llegara hasta nosotros, más allá del tiempo, como testimonio de esa historia y como ejemplo de resiliencia.
Extracto del Diario:
13 de enero de 1943
El terror reina en la ciudad. Noche y día, transportes incesantes de esa pobre gente, provista tan sólo de una bolsa al hombro y de un poco de dinero. Estos últimos bienes les son quitados en el trayecto, según dicen. Se separa a las familias, agrupando a hombres, mujeres y niños.
Los niños al volver de la escuela, ya no encuentran a sus padres. Las mujeres, al volver del mercado, hallan sus puertas selladas y notan que sus familias han desaparecido.
También les toca a los cristianos holandeses: sus hijos son enviados obligatoriamente a Alemania. Todo el mundo tiene miedo.
Centenares de aviones vuelan sobre Holanda para bombardear y dejan en ruinas las ciudades alemanas; y a cada hora, centenares de hombres caen en Rusia y en África del Norte. Nadie está al abrigo, el globo entero se halla en guerra, y aunque los aliados ganen la guerra, todavía no se ve el final.
Podría seguir durante horas hablando de la miseria acarreada por la guerra, pero eso me desalienta de más en más. No nos queda más que aguantar y esperar el término de estas desgracias. Judíos y cristianos esperan, el mundo entero espera, y muchos esperan la muerte.